En un tiempo no muy distante un Monje Zen se asocio con una
Mujer de mala reputación, se le atribuían dotes de brujería. Al terminar la
asociación la Mujer le regalo un anillo de oro en forma de calavera,
al momento, le pide que se lo ponga para saber si el anillo le quedaba y
efectivamente, el anillo le quedo perfectamente.

Agotado, desesperado, después de agotar todas sus posibilidades
para quitarse el anillo y casi seguro que
cargara con él por el resto de su vida, decide acudir con su Maestro. Al entrar
al Zendo y presa del pánico el Monje exclama a su maestro:
-¡Maestro! he sido víctima de una maldición, la Bruja me
regalo este anillo y no paró hasta vérmelo puesto, ahora no me lo puedo quitar,
ya lo intente todo, tendré este anillo puesto por el resto de mi vida. ¡Cargare
con el por siempre!
El maestro le toma la mano donde se encuentra el anillo, la
observa detalladamente, sostiene el anillo con sus dedos índice y pulgar… lo
sigue observando… y de un solo movimiento extrae el anillo del dedo de su
Discípulo.
-¡Maestro!... ¿Cómo lo logro?
-Para mí, el anillo solo es eso...
un anillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario